víctimas

Algo está cambiando en nuestro sistema judicial

Poco a poco se va avanzando en el trato a la víctima, todavía queda mucho por hacer, pero estamos en el camino.

Entre nuestros servicios de atención a víctimas de delitos violentos, se encuentra el acompañamiento al juicio (de la necesidad de este acompañamiento ya hablamos en otro post). Nuestras quejas siempre son las mismas, la falta de sensibilidad por parte de personal de la administración que se dirigen a las víctimas como si nada grave les hubiera sucedido; tengamos en cuenta que nuestros acompañamientos son a familiares que han perdido a alguien muy cercano (hijos, hermanos, padres, maridos, etc.) y que llegan al juicio a revivir emociones, hechos y sentimientos uno o incluso dos años después de la muerte.

Después del último acompañamiento que hicimos en el 2018 en la Audiencia Provincial de Madrid hemos obtenido varias conclusiones según nuestras impresiones como profesionales, pero también escuchando a las víctimas.

La primera y la más satisfactoria para nosotras es la sensación de que algo está cambiando con respecto al tratamiento a la víctima. Al entrar a declarar la víctima, el juez informó al jurado de la relación de parentesco que le unía a la víctima directa, en este caso era de origen extranjero y se le ofreció un traductor por si le resultaba más cómodo expresarse en su idioma materno (aunque habla y entiende perfectamente el castellano) se dirigió a ella de una manera tranquila y serena explicándole cuál era el propósito de su declaración y le manifestó sus condolencias por la pérdida que había sufrido (no entraremos a valorar la importancia que esto puede tener para la víctima porque está descrito en el post anteriormente comentado). Además, en este caso, la persona a la que acompañábamos quiso estar presente en todas las jornadas que duró el juicio, por lo que escuchó a todos los testigos que entraron después de ella, policía, médicos forenses… esto implica que también estaba presente mientras los peritos forenses detallaban la agresión que dio lugar a la muerte. Fue en este momento cuando el juez se dirigió a nosotros para darnos permiso a salir en cualquier momento si así lo deseaba el familiar, así como para avisar a los peritos de quién se encontraba en la sala para que lo tuvieran en cuenta a la hora de relatar los hechos y mostrar las fotografías sólo a jurado, defensa y acusación.

La fiscal del caso también le dio el pésame y le hizo preguntas necesarias para obtener o ratificar información verdaderamente relevante para el caso. El jurado sí que formuló alguna pregunta que nada podría tener que ver con la obtención de información para el caso si no más bien con prejuicios. Pero también es cierto que el jurado no está integrado por personas profesionales del ámbito de la justicia a los que sí podemos exigir cierta formación en atención a víctimas (de todo tipo).

Tanto el juez como la fiscal, se referían a la víctima directa en todo momento por su nombre, no por eufemismos como la víctima, el fallecido, el finado…

La segunda conclusión se produce a raíz de esta primera y después de escuchar a la víctima una vez ha terminado el proceso. La valoración que hace de su paso por el sistema judicial es positiva (positiva relativamente, entiéndase que agradable no fue teniendo en cuenta que estaba en la sala por el asesinato de un familiar). Agradeció enormemente el trato recibido por parte del juez y la fiscal llegando al punto de querer acercarse a dar las gracias personalmente. Recalcó el hecho de que se refirieran a su familiar en todo momento por su nombre, porque le daba la sensación de cercanía y no de desafección. Esta sensación produce en la víctima un sentimiento de protección que hace que, entre otras cosas, a la hora de recibir la sentencia lo haga con una predisposición más favorable. Ella ya estaba avisada de que probablemente el acusado fuera condenado (de serlo) a menos años de los que se habían pedido y esto, sumado al buen trato recibido ha hecho que, aunque sus deseos fueran que el asesino permanezca más años en la cárcel, tenga la sensación de que si no ha sido así no ha sido por la falta de implicación del juez y la fiscal.

La víctima ha pasado unos días duros ya que el juicio se ha producido un año y medio después de la muerte, y estos procedimientos siempre suponen la reapertura de las heridas y el revivir las emociones de aquellos días, pero su sensación después del juicio no es de injusticia, de impotencia, de sentirse ignorada en el proceso, si no que se ha sentido escuchada y ha percibido que no es sólo un expediente. Estas emociones positivas con respecto al proceso judicial reducen enormemente la victimización secundaria y favorecen la recuperación de las víctimas.